MONAS POETAS


San Sebastián es una ciudad donde en mayo los festivales literarios se multiplican como setas en otoño. Las monas acabamos de pasar el Literaktum, que es como una erupción de letras en la epidermis urbana, y todos los años este festival tiene una cita especialmente silvestre: el recital de poesía a orillas del Urumea, en la campa del caserío Benartegi, un lugar entre bucólico y postindustrial de los que casi no quedan en Donostia.

Por la lluvia se tuvo que hacer en el Centro de Cultura de Loiola, pero con merienda y todo: en el intermedio se sirvió pan, queso y vino de Rioja. Para que luego digan que la poesía no da de comer. Jon Urbieta hizo de anfitrión y Antonio Casado de presentador, y los poetas invitados (sí, se dice "poeta"; "poetisa" da risa) fueron Rikardo Arregi, Eli Tolaretxipi y Susana Benet. Fue un recital diverso, se leyeron poemas largos y cortos, en euskera y castellano, con estilos muy distintos, pero se creó una cierta conversación en torno a elementos comunes y paisajísticos, tanto naturales como urbanos. No voy a poner los poemas enteros, pero sí tres fragmentos que me parecen dan idea de ese diálogo que se montó.

Susana Benet es una poeta de Valencia que ha trabajado sobre todo el haiku, esa forma japonesa de 17 sílabas, y leyó algunos muy buenos, pero también otros poemas. Este es el final de uno titulado “No hay temor”:

Sólo yo que contemplo
la rama, el fruto, el pájaro,
me enfrento con temor
a la mudable vida,
a la frágil belleza.

Sólo yo no florezco,
ni vuelo, ni maduro.

Rikardo Arregi es uno de los grandes de la poesía vasca actual, aunque no se prodigue mucho (tres libros en 25 años). Leyó en dos idiomas un poema fabuloso, “El poeta acepta finalmente el encargo” (y además me gustó mucho cómo lo hizo, con todo el cuerpo):

Pensé que me estaban pidiendo algo,

supongo que un poema,

pero en absoluto estaba dispuesto,

ya lo que me faltaba,

a lastrar la literatura vasca

con otro poema de mariposas.

¿Todavía otro más?

En las letras vascas hay demasiados

pájaros, demasiadas mariposas.

Finalmente, Eli Tolaretxipi nos proporcionó un retrato de esa Donostia - San Sebastián que no aparece en las guías de turismo. Este es el fragmento final de su serie “Mira cómo se hunde”:

Interesa la desorientación. No entender la estancia que conecta los mundos. Significados montados los unos sobre los otros como en pared con gruesa capa de afiches. No romperse arañando. Desconocer el origen. Confundir. Tapar. Dejar de inventariar. De registrar. Donde el burdel, casas intermedias. Al otro lado de la autopista, el riachuelo se adentra en la maleza, charcas de rana protegida, lechuga protegida, carne de vaca protegida, carrocerías, todo lo que se puede hacer con un poco de leche, tornillos y madera. Las peores vibraciones de la ciudad. El nuevo burdel bunkerizado. El taxista atento al contador mientras la muchacha no puede con la maleta que arrastra y otra la despide. Trata de blancas, trata de negras. Tráfico de hombres apresurados. Pistas de tenis, caballerizas,  abandonadas. Uno de los pocos caminos para salir a pie de la ciudad. Pendiente que se precipita al fondo.