MONAS PORTEÑAS (III)


No todo puede salir bien. En los viajes hay imprevistos, contingencias y accidentes. Así, yo sufrí una caída de mis propios pies (como decía una paciente). Esto me dio la ocasión de conocer un hospital público de Buenos Aires de primera mano. Podríamos decir que es otro concepto. El personal fue muy amable y no me pidieron ni datos de mi seguro ni nada parecido pero, como usuario, me gustaría hacer algunas sugerencias:
  1. El paciente agradece la existencia de sillas. No hay por qué temer que se quede a vivir si se sienta. Quizás se ahorre algo de tiempo, pero no creo que compense.
  2. Vale que el material médico y tecnológico es caro, pero un estropajo, Fairy y un bote de pintura pueden hacer maravillas con cualquier espacio.
  3. La figura del celador tiene su sentido. Cuando el paciente vaga por los pasillos con sus radiografías en la mano, agradece mucho la compañía tranquilizadora de estos profesionales.
  4.  No está de más tira el pis del
     paciente anterior
  5. Los pacientes, incluso los menos escrupulosos, agradecen un cambio frecuente de sabanillas. La presencia de sangre y pelos ajenos dan una cierta grima.
    Está bien aprovechar el material pero...
La verdad es que me sorprendió la miseria del hospital. Los propios médicos me aconsejaron que si tenía un seguro, me fuera a uno privado. A ver si tomamos nota de lo qué puede pasar con las cosas públicas si no se cuidan.
Por otra parte, el accidente me hizo comprobar personalmente lo educados que son los argentinos. No hice un solo viaje en metro o autobús después de la caída sin que se levantaran por lo menos cuatro personas para ofrecerme el asiento ( es que llevaba un cabestrillo, no es que me vieran cara de torpe). Además hay brigadillas de mantenimiento de las buenas costumbres. Si el vagón esta lleno y sube alguien con aspecto de necesitar un asiento, inmediatamente alguien dice " A ver, ¿quién se va a levantar para que se siente la señora?". Y al minuto un pasajero, abochornado porque se lo hayan tenido que recordar, se levanta y cede el asiento.
La gente es  muy amable y dulce, con ese español con acento italiano que suena tan bien. Es una ciudad viva, que pone de buen humor cuando paseas por ella. Está llena de olores: buenos y malos, como si fuera una ciudad árabe. Venden flores en cada esquina y los chicos en los semáforos. Por lo visto se considera un artículo de primera necesidad.
Flores por todos lados
Verduras elegantes
¡Mirad dónde había ido a parar!
Unas cajitas del chino
darían otro aspecto


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