CRÓNICAS CUBANAS 5 (MONA JACINTA)


Después de unos días en La Habana nos fuimos a visitar Trinidad. Es la ciudad colonial por excelencia. Calles empedradas, edificios de colores con patios interiores y muchos, muchos turistas. Ya sé que nosotros también lo somos, pero esa masificación resulta agobiante.
Edificios bonitos
Eramos unos cuantos




















Tengo que decir que Cuba ha tenido un extraño efecto en nuestro aparato digestivo. A Julio le ha entrado un hambre voraz y se atiborra de camarones, ropa vieja y helados ( que él insiste en pedir de fresa y chocolate, aunque luego le traen de lo que tienen). Yo, sin embargo, he perdido completamente el apetito. No comería nunca. Supongo que es efecto del calor y de la falta de de gazpacho y ensaladas que hay en la isla.
Nos alojamos en un hotel agradable y tranquilo. La camarera que arreglaba nuestra habitación era una auténtica profesional. Cada día nos sorprendía con nuevos motivos decorativos: un corazón hecho con toallas, rosas en el pomo de la puerta o un elefantito de toallas con rosa en la trompa. La toalloflexia no tenía secretos para ella.
Hall del hotel
Nuestra camarera se expresa





















Nosotros somos viajeros todoterreno, lo mismo hacemos planes culturales que aventureros. Por eso nos fuimos de excursión a Cayo Blanco en catamarán. Nos bañamos, esnorcleamos (lo que viene siendo bucear con gafas y tubo), vimos peces de colores, anémonas, tomamos el sol y vimos iguanas y cangrejos ermitaños. La verdadera aventura vino a la vuelta, con nuestro capitán y su tripulación borrachos como cubas, con un motor estropeado y barra libre para los turistas. El capitán sacó a bailar salsa a toda chica joven y guapa que fuera a bordo y, sorprendentemente, no se cayó al suelo y llegamos con bien.
Rumbo a Cayo Blanco









Fauna local























No me gustan las iguanas
Paraíso tropical


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