
Maya Vargas era una dermatóloga excelente que vivía dedicada a su hijo y a su trabajo, poco emotiva, exigente y no precisamente simpática, pero cuanto más la conoce, más simpatía despierta en Karen Blecker, cree que la víctima tenía un carácter similar al suyo. Las visiones sobre ella son muy dispares según quién hable, pero no parece haber motivos para matarla y, sin embargo, la hipótesis del robo pierde fuerza. Como siempre, la autora nos muestra que la realidad tiene muchas caras, que nada es blanco ni negro y que defectos y virtudes pueden estar estrechamente entrelazados.
