
En verano, a mí lo que me gusta es pasar miedo. Y para eso elijo una novela de Bernard Minier, que escribe cosas de esas que tienes que meter en el congelador a ratos para neutralizarlas. Siempre sale gente mala, pero tan mala que yo creo que es imposible que existan. Aquí empieza con uno de los primeros casos de Servaz. Él es todavía un pipiolo y se enfrenta a un caso en el que aparecen muertas dos hermanas vestidas de primera comunión. Veinticinco años más tarde, un nuevo caso le recuerda al policía la historia de las hermanas. Nunca quedó satisfecho con el resultado. ¿Qué da casi más miedo que los asesinos en serie? Las serpientes. Pues en esta novela también hay serpientes. Eso sin contar los malos ratos que me llevo pensando que le va a pasar algo al pequeño Gustav. Paso mucho miedo, sí, pero sarna con gusto no pica y siempre disfruto con Minier.