HEREJES



Me gusta Leonardo Padura, me gusta su detective, Mario Conde, desencantado, bebedor y sentimental. Me gusta La Habana que describe: pobre, caótica, calurosa e irresistible. Y me gustan sus historias y su coro de personajes perdedores tan atractivos. Esta novela es bastante especial. Comienza como un caso de Mario Conde que debe averiguar qué sucedió con un cuadro de Rembrandt desparecido en 1939. Ese año, un barco que llevaba 900 judíos que huían de los nazis llegó a La Habana. Daniel Kaminsky, un niño que esperaba junto a su tío la llegada de sus padres y su hermana, fue testigo de como les negaban la entrada y tenían que volver a Europa, donde su familia murió en un campo de concentración. La familia de Daniel estaba segura de poder comprar su libertad gracias a un pequeño lienzo de Rembrandt, pero el cuadro desapareció. El hijo de Daniel, Elías, vive en Estados Unidos y se ha enterado de que el cuadro ha salido a subasta y quiere conocer qué pasó. La novela tiene tres partes: la primera es la presentación y resolución de parte del caso, la segunda nos traslada a Amsterdam en la época en que se pintó el cuadro y la tercera vuelve a La Habana actual y retoma consecuencias de la historia. Es más que una novela policíaca y que una novela histórica, es una novela sobre los herejes de todas las épocas, los que han querido elegir su propio camino, habitualmente a costa de muchos sacrificios. Es una historia triste y amarga, pero a la vez siempre hay un rinconcito caliente que proporcionan los amigos, la comida y el ron. No le doy cuatro monas porque la tercera parte flojea un poco para mi gusto, pero en conjunto es una buena novela.