MACURO, LA FUERZA DE UN PUEBLO


Director: Hernán Jabes

85 minutos.

En el marco del Primer Ciclo de Cine del ALBA celebrado recientemente en Madrid, se proyectó la película venezolana Macuro, la fuerza de un pueblo. La pequeña población venezolana es uno de los primeros puntos en los que Colón puso pie en territorio continental. Hoy es un pueblo de difícil acceso, únicamente por mar, y su historia reciente es aún más sorprendente de lo que narra la película. 

Con ocasión del estreno del documental Hitchckoc/Truffaut recordé que los autores de la nouvelle vague nos enseñaron a ver y juzgar el cine tal y como lo hacemos hoy los cinéfilos. Lo que entendemos por cine bueno o malo y que tantas discusiones estériles nos ocasionan. En este blog repartimos monas. Una forma de juzgar. Lleva implícito un juicio, un criterio. Nunca se ha escondido que es absolutamente subjetivo, desordenado y caótico. ¡Esto es un niu de mones!

Macuro, la fuerza de un pueblo, me hace cuestionarme mi propio criterio. Mi parte cinéfila —que la tengo— me dice que es una peli sencilla, bien intencionada, bien realizada, bien actuada, algo maniquea y no muy profunda. Sin embargo, a mi parte no cinéfila le encanta esta película porque desprende un agradable olor a nuevo. A una nueva forma de producir, una declaración de buenas intenciones de la Villa del Cine de Venezuela, un país en el que durante una década apenas se produjeron películas. Pero no sólo eso, hay un algo de plantar cara, de hacer algo juntos. De pro común, tan en boga últimamente. Y pequeños atisbos documentales como la inmejorable escena de créditos.

Belén Gopegui, en su charla “Los acantilados de la ficción”, habló de las “películas bonitas” y repasó una nutrida lista de las que basadas en un mismo argumento: la casa que resiste. Algo parecido es lo que tienen Macuro, la fuerza de un pueblo, y por lo que le doy nada más y menos que: