HELLOW, MY NAME IS DORIS


95 minutos

Dirección: Michael Showalter
Elenco:  Sally Field, Max Greenfield, Tyne Daly.

Más que interesante película ampliamente avalada por la crítica. El mero hecho de que un estreno estadounidense se haya fijado en la vida amorosa de una mujer de más de 65 años, que lo haya hecho bien y con vocación de llegar al público generalista, convierten el intento en un gesto digno de aplauso. 

Sally Field, en una de sus mejores actuaciones, da vida a la protagonista absoluta de esta historia extraordinaria. El resto de personajes que le acompañan son de una verosimilitud a la que no estamos acostumbrados en las producciones que llegan desde los EE.UU.. 

Lo curioso, lo chocante, es el juicio que hace la propia película a su protagonista, a la que parece no creer del todo y, como no podría ser de otra manera en un mayor de 65, empieza a escarbar en su biografía para intentar explicar lo inexplicable: ¿qué hay detrás de sus deseos sexuales? Que la historia está construida con extremo mimo y cuidado hacia Doris es innegable, pero en el camino, va perdiendo la fe en Doris; por lo que, sus sueños, convertidos en secuencias explícitas, no acaban de funcionar con la suficiente contundencia que deberían, porque cuando salimos de ellos, es otra historia, la que nunca contaría Doris. Dos historias muy buenas y muy bien construidas pero difícilmente combinables en una sola, como pretenden sus autores que entran y salen de los deseos de Doris a placer, para intentar estructurar lo imposible: la pulsión de un ser que, para no llamarle viejo, se ha inventado el eufemismo de adulto mayor. Algo de eufemístico comparte el tono de la historia que recorre transversalmente el guión, la dirección y montaje. Una pena. 

"Hellow, My Name is Doris" me ha evocado los líos en los que se solía meter Jaime de Armiñán y de los que, increíblemente, siempre salía airoso. No todos tienen la ternura a la hora de filmar que tenía Armiñán, aunque lo intenten. Ese intento, merece todo mi reconocimiento.