¿TENÍA QUE SER ÉL? (JAMONA)


Dirección: John Hamburg

Intérpretes: Bryan Cranston, James Franco, Zoey Deutch, Megan Mullally, Griffin Gluck, Keegan-Michael Key, Andrew Rannells, Zack Pearlman, Adam DeVine, Cedric the Entertainer, Kaley Cuoco, Jacob Kemp, Steve Aoki, Gene Simmons, Paul Stanley, Elon Musk


He comenzado el año faltando a mi cita semanal con la crítica mandril. Intentaré no volver a faltar, pero no me lo tengáis muy en cuenta porque lo hago como quien intenta no abandonar el gimnasio o no volver a fumar. Además, estaba reflexionado sobre el sentido que tiene escribir de lo que no me gusta. ¿Por qué malgastar ese tiempo y esfuerzo en obras que detesto en vez de ignorarlas? Y entonces he visto ¿Tenía que ser él? y he salido como un gorila enfurecido.

No pretendo enmendar mi ausencia dando doble ración pero me temo que con esta crítica me voy a extender. Me ha espantado la película, lo mejor que puedo escribir sobre ella es que me ha generado una profunda reacción. Me estoy convirtiendo en una mona reaccionaria. Quienes me conocéis sabéis de mi pésimo acierto a la hora de elegir película y mi debilidad por el género de la comedia. Pues bien, ¿Tenía que ser é? es un triunfo más que alimenta mi fama pues tiene bastante poco de comedia y ninguna gracia, a no ser que os riáis cuando los personajes dicen “joder” muchas veces y os divierta el humor escatológico. También he insistido machaconamente en que toda obra tiene una dimensión política, lo quieran o no sus autores. Y es precisamente la dimensión política de ¿Tenía que ser él? la que me ha horrorizado. Es una película profundamente conservadora. El personaje interpretado por Bryan Cranston recuerda a George Bush, ¡padre! Además es jodidadamente machista (por utilizar su mismo lenguaje). Uno se pregunta qué queda de aquellas comedias de Preston Sturges, de Frank Capra o de Howard Hawks en donde la lucha de sexos era uno de los motores que hacían avanzar las historias. Nada, no queda nada. 

Parece que progresamos, pero últimamente han aparecido unas cuantas producciones, catalogadas como comedias para más INRI, que me trasladan siglos atrás. Películas como Los padres de ella, Ocho apellidos vascos y la que nos ocupa ¿Tenía que ser él? Y esta mona se pregunta: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar la misma historia del padre que teme perder a su hija porque no se casa con el adecuado?, ¿en serio?, ¿en pleno Siglo XXI? Todo es susceptible de ser trasladado a historia, incluso en forma de comedia, lo que irrita es en dónde se pone el acento. Que creadores nuevos y jóvenes se equivoquen en la acentuación de este tipo de historias y que sean directores veteranos como Diego Galán, con la impagable Con la pata quebrada, quienes nos muestren los horrores que el machismo ha causado a nuestras sociedades deberían llevar a alguna reflexión a creadores y productores más jóvenes y a la ola de neoconservadurismo del más rancio que azota el panorama cinematográfico occidental. Hala, ya lo he escrito. 

Lo malo es que, ¡qué bien lo hacen los condenados! ¿Sabéis lo sabrosa que puede llegar a ser la comida basura, no? Estoy escribiendo sobre grandísimos éxitos de taquilla nacional e internacional. La gente se ríe con chistes al nivel de caca, culo, pedo, pis, se va con una sonrisa a casa y se traga un truño ideológico de lo más casposo y peligroso para todos los públicos. Y luego nos preguntamos cómo es posible que la gente vote a nuestros gobernantes. Vale, igual la relación no es tan directa, pero este tipo de películas ayudan a que esto suceda. Y esta mona se rebela contra este fenómeno. Y para esto sirve escribir sobre películas malas: para denunciarlas.



Saciada ya mi rabia, una de las cosas positivas de ¿Tenía que ser él? es que rescatan casi del olvido a The Kiss. La primera persona que me habló de este mítico grupo fue mi amigo Sergio, más conocido en el entorno escolar como López, quien, con tan sólo 7 años, era un gran fan y decoraba las paredes de su habitación con posters de la banda. Yo, pues claro, flipaba, y copiaba en las páginas de mis cuadernos la peculiar tipografía que aparecía en la portada de sus discos imaginando que pintaba graffitis en las paredes. La foto de mi perfil me la tomé con Sergio, o sea, López, quien me convenció para que nos disfrazáramos de maricas para el carnaval del colegio. Aún no sabía lo que era un marica, así que simplemente me travestí, intentando seguirle el rollo a López, que hoy es un respetable ingeniero agrónomo con una preciosa familia, una vida ordenada y que por fin ha conseguido que le llamemos Sergio. Por mi lado, yo, yo…, ejem; y The Kiss ha acabado arrastrándose en películas casposas con moraleja neomachista en la que tocan el banjo y cantan villancicos. Al menos nos queda el recuerdo de lo que prometíamos y, por supuesto, las canciones.






Ah, y la puntuación para ¿Tenía que ser él? es de ni