
Ya sabéis que lo mío con este autor es pasión. Me han gustado todas sus novelas: la trilogía de Hector Salgado, Los ángeles de hielo y Tigres de cristal, de modo que no dudaba que este también iba a ser de mi gusto. Cada novela de Toni Hill te sorprende, es muy diferente de la anterior: épocas, barrios, temas, cada una es un universo. En esta nos enfrentamos al recuerdo del suicidio de Teresa Lanza, sucedido un año atrás. La joven hondureña trabajaba en una urbanización de gente adinerada a las afueras de Barcelona. A través de los recuerdos de los distintos personajes, vamos reconstruyendo la historia y conociendo el microcosmos de la urbanización. El ambiente me recordaba a otras novelas que me han gustado: Tormenta de verano de Juan García Hortelano o Los alegres muchachos de Atzavara, de Vazquez Montalbán. Son libros que describen muy bien un mundo pequeño y cerrado, luminoso en apariencia, pero que oculta muchas sombras. Tiene también un puntito inquietante, como Los ángeles de hielo, sin caer en paranormalidades.
Solo le pongo un pero (que a cualquier lector le pasará inadvertido o le importará un pimiento): hay un par de detalles médico-sanitarios que no compro. Deformación profesional...
